Considerando la convocatoria a mandar reflexiones, textos y demás inquietudes a este espacio me decidí a enviar esta reflexión que ha estado a últimas fechas dando vueltas en mi cabeza, con esto no pretendo incomodar a nadie sino simplemente expresar y compartir aquí esto que para mí es importante.
He sentido en mi corazón algo que existe en medio de la sociedad y más aun en medio de nuestra Iglesia que nos impide crecer o no nos deja crecer de una manera constante y ascendente. El prejuicio. El juzgar a la gente, a nuestros hermanos, el ver la astilla en el ojo ajeno e ignorar la viga que se aloja en el nuestro. Esto en luga de construir destruye, destruye la vida de aquel que no esta firme en su fe. El hablar y condenar a alguien sin saber que existe en su corazón basándonos solamente en interpretaciones personales, en consideraciones superficiales es una gran irresponsabilidad.
Por que el hecho de vestir de tal o cual manera, de usar una falda larga o corta, una corbata o tenis no condiciona la manifestación de la presencia de Dios en los corazones, eso lo determina el amor, la gratitud, el agradecimiento, la paz que exista en ese corazón y esa misma presencia o ausencia (dado sea el caso) del espíritu de Dios hará sentir lo que es “correcto” vestir.
Dios conoce los corazones y nadie mas, el puede mirar lo mas profundo del ser humano.
El mira el corazón y no lo que lo cubre y nosotros no somos nadie para emitir juicios, para condenar, nosotros estamos para apoyar a nuestros hermanos, para amarlos, para orar por ellos y pedirle a nuestro señor que este con ellos por que lo que conseguimos con nuestros juicios es alejar en vez de acercar.
Hay jóvenes que luchan todos los días, que caen y se levantan, si tú no has caído y estas firme da gracias al señor y ofrece tu mano con humildad al hermano que ha caído, al que es débil. Nuestra labor es apoyarlos, orar por ellos, no señalarlos y mucho menos sin el pleno conocimiento del estado de su corazón.
Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones.
Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres.
El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; por que Dios le ha recibido.
Tu quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme…
Fragmento del capitulo 14 del libro de Romanos
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