Wednesday, March 04, 2009

La Oración se apodera de lo eterno

Ningún hombre es más grande que su vida de oración. El pastor que no ora está jugando en religión; el pueblo que no ora está extraviado. El púlpito puede ser un escaparate de humanos talentos, pero la cámara de oración no tiene ventanas al exterior.Pobre como se muestra la Iglesia hoy día en tantas cosas, lo es más en cuanto a la oración.
Tenemos muchas organizaciones, pero pocos penitentes; muchos espectáculos y actores, pero pocos orantes; muchos cantores, pero pocos corazones heridos; grandes pastores y débiles guerreros de Cristo; mucho aparato, pero poca pasión; muchos actuantes, pero pocos intercesores; muchos escritores, pero pocos luchadores. Fallando en esto fallamos en todo.
Los dos requisitos para una vida cristiana victoriosa son visión y pasión; ambos son nacidos y sustentados por la oración. El ministerio de la predicación está abierto a pocas personas, pero el ministerio de la oración —el más elevado de todos los ministerios humanos— está abierto a todos. Los adolescentes espirituales dicen: «Hoy no iré al templo; sólo es una reunión de oración.» Creo que Satán tiene poco que temer hoy día de los púlpitos. Pero experiencias pasadas la obligan a levantar todo su infernal ejército en contra del pueblo de Dios cuando ora.
Este mundo está precipitándose al infierno con una velocidad tal que el más veloz aeroplano es, al lado de tal marcha, como una tortuga; sin embargo, hay pocos de nosotros pueden recordar la última noche que dejaron de acostarse para pasarla en vela ante Dios en demanda de un despertamiento mundial. No nos sentimos movidos a compasión. Confundimos el andamio con el edificio.
La predicación de nuestros días, con su pálida interpretación de las divinas verdades, nos hace tomar la acción por unción, la comunión por nuevo nacimiento, y los balbuceos por despertamiento.
El secreto de la oración es el orar en secreto. El pecador cesa de orar y el que ora cesa de pecar. Somos mendigos en bancarrota, pero no estamos quebrantados, ni aun ligeramente doblados. La oración es profundamente simple y simplemente profunda. «La oración es la más sencilla forma de hablar, simplemente infantil; sin embargo, es tan sublime que sobrepasa y agota todo vocabulario humano. Una catarata de palabras ardorosas tan grande como la del Niágara no impresiona a Dios ni le mueve. Una de las más ardientes y profundas intercesoras del Antiguo Testamento no tenía palabras.»
Sus labios se movían, pero su voz no se oía. Ninguno expresión lingüística. Hay «gemidos indecibles», que no pueden ser expresados con palabras.

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