Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era Samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve ¿Dónde están? ¿No hubo quién volviese y diese gloria a Dios, sino este extranjero? Y le dijo: levántate, vete; tu fe te ha salvado.
Imploramos una vez “Renuévame en tu pacto Señor” y fuimos renovados, pedimos “quiero escuchar el eco de tu voz” y escuchamos “yo estoy con vosotros siempre; pelearán contra ti pero no te vencerán”.
Aún late fuertemente el corazón al volver a recordar la inmensidad de la presencia de Dios en aquél lugar. Y lo hermoso es que como los 10 leprosos al ver a Jesús, unidos imploramos “Jesús, ten misericordia de nosotros” y fuimos limpiados de nuestros pecados sin importarle la gravedad de ellos,extendió su mano y fuimos restaurados. Lo triste de la historia, es que solo uno de los 10 volvió y dio gracias a Dios.
Reflexionando nuestra actitud poscongreso ¿cual ha sido la manera de agradecer a Dios lo que ha hecho con nosotros? ¿Nos postraremos solo domingos y lunes en acción de gracias? ¿No sería bueno dar de gracia, lo que de gracia hemos recibido? Lo mejor es cambiar nuestra actitud hacia Dios trabajando, dándole de nuestro tiempo, manifestando que ha renovado nuestra vida, que ya no somos los mismos, que en verdad queremos servirle. No debe quedar tan solo en un discurso, hay que manifestarlo haciendo obras. Dando gracia lo que de gracia hemos recibido. ¿Cuántos lo haremos?
¡Adelante Seguidores, decidámonos a trabajar por Jesús!
por Felipe Rea
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